Autor: Maestro Andreas

Autor: Maestro Andreas
Autor Maestro Andreas

lunes, 30 de abril de 2012

Capítulo XCVIII

Ya divisaban la ciudad de Génova, destacándose sobre los tejados el campanario de la catedral de San Lorenzo y la torre del castillo donde residía el poder de esa república de Liguria. Y los ánimos de todos estaban excitados sin saber bien a que podía deberse tal estado de nerviosismo. Pudiera ser que preveían el final del periplo por Italia y comenzaba la vuelta a casa. Pero para algunos no significaba eso, dado que nunca habían pisado otras tierras que no fuesen las de esa península. Y sus hogares, si los tuvieron alguna vez, estaban allí y no en otros países a los que se dirigían el conde y su buen amigo Don Froilán.


Al estar más cerca pudieron ver desde un altozano el puerto con su antiguo faro, que los genoveses llaman La Lanterna, y se dirigieron hacia la Porta Soprana.
Dos imesebelen abrían la marcha precediendo al conde y a Don Froilán y llevando los estandartes de esos nobles señores, además de las enseñas con las armas del rey Don Alfonso X.
Formaban un cortejo colorido y atrayente, ya fuese por las vestimentas y armaduras como por la juventud de los caballeros y jinetes, sin olvidar la planta de lo corceles que montaban enjaezados con el lujo y el brillo de arneses tachonados de plata.

Las gentes se detenían a su paso y los niños los seguían como si se tratase de un atracción de saltimbanquis de feria.
Un heraldo salió a su encuentro y les indicó que lo siguiesen y los condujo a un plaza delante de una iglesia de estilo románico mezclado con gótico, dedicada a San Mateo, y a la puerta del templo los esperaban los prohombres de la república de Génova.
Era el último palillo que debían tocar para asegurar un poco más la elección del rey a ocupar el trono imperial. Y Nuño ya estaba cansado de diplomacias, monsergas y reuniones con unos y otros, pero además del asunto principal que debía atender, le preocupaba casi más la situación futura de Curcio y los otros muchachos en Córcega.

Contaban con la protección del conde de Foix y la suya, amparada por su propio rey y el de Aragón, pero la isla había sido conquistada ya hacía muchos años a los sarracenos por los genoveses y pisanos y ambas repúblicas se disputaban su posesión. Así que necesitaba un compromiso de Génova, la más fuerte en ese momento, para proteger a esos chicos y mantener intocables las posesiones y propiedades de Curcio. Y centró sus cinco sentidos para conseguir el mejor acuerdo con los genoveses.

Estos eran buenos comerciantes y negociadores, tanto o más que buenos marinos, además de tener en la ciudad los más afamados prestamistas y banqueros. Y esa condición de negociantes, le daba la posibilidad de servirse para sus propósitos de la fortuna del difunto obispo de Viterbo, ya que quedaría depositada en manos del más rico y prestigioso cambista de Génova.
Y eso sí era una garantía para todo lo demás. Por otra parte conseguía también que toda esa riqueza produjese beneficios al ser prestada un un interés nada despreciable a los navieros y armadores de esa república.
El banquero ganaba, pues el negocio le traía cuenta como para asegurar bien el beneficio, y tanto Lotario como Carolo se enriquecían más todavía sin riesgos ni perder el sueño por sus rentas.
Y Froilán alabó la sagacidad del conde para multiplicar el dinero, más siendo en beneficio de otros y no en el propio. Lo cual no era del todo cierto pues el conde también invirtió bastante del suyo en tales inversiones de crédito con el mismo prestamista. Y si los chicos ganaban, él también se forraba más todavía haciéndose mucho más rico.

Esa noche, cuando vio todo solucionado, le entró el cansancio, pero no quiso privarse de la compañía de sus muchachos. Sólo prescindió de Dino, al que permitió follar con dos imesebelen para cuidar y afinar la voz.

Pero los otros, sus dos preferidos y Carolo y Aniano, pasarían la noche con el amo.
Y también estaría con ellos Lotario, ya que Nuño tenía ganas de montarlo y meter su verga dentro del culo de ese formidable macho. Y quizás le dejase clavársela él a Carolo y al otro chico, pero no a sus dos preferidos, ya que esos dos culos los vedaba de momento para otra polla que no fuese la suya.

Todos vieron al conde desnudarse entre ellos y lo imitaron quedándose en pelotas los seis. Y, de pie todavía, le dijo a Lotario que se pusiese a su lado y estuviese quieto. Y acto seguido ordenó a Carolo y Aniano que lamiesen y chupasen todo el cuerpo del capitán.

Carolo empezó por arriba, besándolo y comiéndole la lengua, Y el otro por los pies, dedo a dedo, para continuar por la peludas piernas hasta alcanzar los muslos y aproximarse a los rotundos cojones del soldado.

Guzmán e Iñigo miraban solamente y el conde dictaba su voluntad para que cumpliesen sus deseos los otros.
Y Carolo ya estaba mordiendo los pezones de Lotario, pero iba despacio como queriendo comerse mejor el manjar que le daba el amo.
Pero tuvo que seguir bajando para que Aniano no se aprovechase él solo de la verga empinada y terriblemente dura y gorda que latía en el aire esperando que la comiesen también.
Y así lo hicieron los dos juntos a la vez y por turno después. Y el amo ordenó que Carolo le lamiese el ojete al otro chico y lo dejase solo mamando el cipote de Lotario.

Aniano se enceló en aquella maza y ni se enteró que el conde mandaba a Carolo que lo follase. Y el chaval notó como una polla muy rígida lo ensartaba y se sintió como empalado desde el culo a la boca.
Las dos trancas le daban por ambos lados y él disfrutaba como una gata con un celo agudo e histérico.
Mas el conde no dejó que los dos machos se corriesen tan pronto. Y, sin que Carolo sacase su polla del culo de Aniano, Lotario recibió el mandato de metérsela la bello muchacho por el ano y que lo follase al tiempo que se ventilaba al otro chaval.
Y los tres unidos y ensartados los dos primeros por la polla del que estaba a su espalda, mantenían un ritmo frenético de bombeo, que Nuño ayudó a aumentar escupiendo en el ano de Lotario para endiñarle la verga de un solo golpe.



Y ahora el capitán tenía lo que ya deseaba desde unos días atrás. Que lo follasen mientras le daba por culo a un tío. Pero el carajo que le daba a él por el suyo, al follarse a Carolo, no era el de este chico sino el del conde.
Lo otro resultaría totalmente imposible de realizar, aunque sus cuerpos fuesen absolutamente elásticos para doblarse lo necesario y poder metérsela por el culo uno al otro al mismo tiempo.

Evidentemente sólo era una fantasía de Lotario, pero el gusto que recibió de esta otra manera fue enorme y su corrida lo dejó claro, al igual que la de los otros.
Las cuatro pollas eyacularon casi al unísono y sólo se perdió la leche del que estaba delante de todos ellos. Pero a él le salió como si fuese el chorrillo de una fuente que parpadea y temblequea al echar el agua hacia arriba.

Al terminar descansaron y más tarde el conde se folló a Carolo y éste a Lotario, que a su vez jodía el culo de Aniano. Y hubo otro orgasmo cuádruple.

Y los huevos de los otros dos esclavos estaban llenos a reventar y les dolían como si fuesen vejigas y se las hubiesen inflado de aire. Pero a ellos aún no les tocaba el turno de ser usados por el amo. Eso llegaría más tarde una vez que se hartase de jugar con los culos de los otros jóvenes.

Y tras otro rato de reposo, el conde le dio por el culo a Aniano. Y al terminar ese coito, Lotario se ventiló a Carolo como si no hubiese follado antes con nadie. Le metió un bestial mete saca y hasta parecía que al rapaz le salía humo por el culo. Y al acabar de aparearse estos dos, Nuño les dijo que durmiesen en el aposento contiguo y él se quedó con sus esclavos para vaciarles los huevos a pollazos el resto de la noche, pues ya casi le estallaban de tanta leche acumulada en ellos.

Arregladas esas cuestiones, después de pasar tres días en la ciudad resolviendo asuntos y gozando todos del sexo, no quedaba mucho por hacer en Génova y el conde reunió a todo su séquito para comunicarles los planes más inmediatos.
Por supuesto ya los había tratado con Froilán y además los conocía el mancebo, pero era hora de que los otros jóvenes supiesen también el futuro que les esperaba al día siguiente.
Y lo que les aguardaba era un navío genovés que ya estaba armado en el puerto para llevarlos de vuelta a Barcelona.
Tendrían que pasar otra vez el Golfo de León y soportar las inclemencias del tiempo y la violencia del mar con sus temibles olas rugiendo como fieras para engullirlos. Y luego, varios días de viaje y peripecias hasta llegar a su destino.

Pero primero, el conde dejaría en la corte a Don Froilán y sus dos esclavos, allá donde esta se encontrase entonces, puesto que el noble primo de la reina era un cortesano nato y necesitaba ese mundillo como el pez precisa el agua para moverse y respirar.


Y luego seguiría el camino hasta las tierras leonesas donde se ubicaba su feudo. No es que el conde tuviese prisa en llegar a sus dominios, pero Nuño ya necesitaba verse en su castillo con su familia y volver a disfrutar las horas de gozo y esparcimiento en el bosque negro y su torre.

Esa fortaleza, que era el hogar del mancebo más que la jaula en la que tenía que permanecer para no ser reconocido por ningún súbdito de los reinos de su tío, ya que oficialmente estaba muerto desde hacía algún tiempo, suponía volver a su vida cotidiana, sencilla, pero plena de placeres y satisfacciones.

Sin embargo, ahora había más gente por medio y el conde tenía más esclavos. Iñigo volvería con sus padres al castillo propiedad del conde Albar o se quedaría con Guzmán en la torre compartiendo su encierro?.
Y Lotario con Carolo y Aniano?. Seguirían al servicio del conde al igual que Dino, o todos ellos seguirían otro camino y se separarían del conde y el mancebo?. Y ni Guzmán sabía si Nuño tenía claro que hacer con todos estos muchachos a corto plazo.