Autor: Maestro Andreas

Autor: Maestro Andreas
Autor Maestro Andreas

jueves, 22 de marzo de 2012

Capítulo LXXXVII


No sabía bien si era impresión suya o realmente el aire estaba cargado y lo notaba denso como en medio de una niebla cerrada. Podría ser también el humo de la tea o de alguna vela, pero Lotario tenía los ojos irritados cuando sintió el aliento del conde sobre su nuca diciéndole en tono persuasivo: “Por qué te resistes a lo inevitable?... Sabes que es inútil que sigas luchando por lo que ya tienes perdido... Puedo cogerlo en cuanto quiera, pero prefiero que seas tú el que se entregue y acepte mi verga de buen grado... Terminarás abriendo el culo y hasta rogando que te la meta. Porque si no lo haces pronto más te hubiese valido no haber venido a este mundo. Puedes pasarlo muy mal si te resistes y no aflojas el ojo del culo antes de que vuelva a salir el sol. Y créeme cuando te digo que puedo ser muy duro y hasta cruel con quienes no me obedecen y no cumplen lo que les ordeno sin rechistar ni abrir la boca si no le pregunto algo. Como por ejemplo si gozas y te meas de placer al estar montándote y preñándote... Pero antes voy a despejar la entrada para que me sea más cómodo clavártela de golpe”.

Le sacó el dedo del ano y agarrándole unos pelos pegados por el sudor, que le salían justo al lado del ojete, tiró de ellos arrancándoselos de cuajo. Lotario lanzó un alarido sólo comparable a un perro al que le cortan la cola de un hachazo y el conde le arrancó otro mechoncito de pelos del culo. Y el soldado gritó con más desesperación y estuvo a punto de pronunciar otro exabrupto pero se reprimió y cayó la boca.

Y añadió Nuño: “Ahora vamos a descansar porque estás demasiado cansado para que cabalgue ahora sobre ti... Tenemos todo el resto de la noche por delante para llegar a entendernos. Y créeme si te digo que terminaremos siendo algo más que buenos amigos”. El conde observó la peluda piel de las rotundas cachas de aquel hombre todavía joven y en toda la plenitud de su vida y pasó los dedos sobre el velloso remate de la espalda, que justo encima de las nalgas apuntaba a la raja formando un pico oscuro que parecía indicar que entre ellas y más abajo estaba el ojo del culo. Y como remate le besó en la frente y le acarició la cabeza como a un joven cachorro, cosa que al torturado capitán le repateó el hígado y le sentó como si le untasen la cabeza con mierda de vaca.
El conde terminó propinándole unas palmadas cariñosas en las ancas y exclamó: “Ummmm... No sé como sería el culo de Isaura, pero el tuyo es jugoso y apetitoso como una sandía bien madura para morderla y chuparla a media tarde en pleno verano. Tienes un culo magnífico y creo que voy a disfrutar como un sultán con la favorita más cachonda de su serrallo.
Luego se sentó detrás del otro, apagó la antorcha y guardó silencio. A Lotario le tocaba reflexionar otro rato.

En la otra estancia, donde estaban los esclavos del conde, el mancebo no podía conciliar el sueño preocupado por su amo. Llevaba demasiado tiempo con Lotario y no estaba seguro si la audacia de su dueño le jugaría una mala pasada al confiarse excesivamente con un individuo curtido y resabiado por las experiencias ya vividas. A su lado, Iñigo respiraba plácidamente acurrucado contra su pecho y su vientre. Y al otro costado, Carolo abrazaba a Aniano cono si fuese un muñeco y tuviese miedo a que se lo quitasen de las manos. Lo acababa de follar antes de dormirse y al otro crío le rezumaba semen por el culo todavía. Pero en su cara se notaba la pacífica felicidad que sentía en su interior al verse protegido y deseado por el gran amo y ese otro chaval que le daba caña sin dejar de mimarlo y besarlo con enorme ternura. Aquel confort que ahora gozaba y sentirse tan limpio y bien alimentado, le hubiera parecido imposible antes de ser raptado por el conde. Aunque la verdad es que el chico se decía que en lugar de secuestrarlo le había rescatado de la miseria y la soledad. Ya era otro ser, quizás sin libertad, pero henchido de gozo por todos sus sentidos.

Guzmán estaba por levantarse e ir a ver como estaba su dueño, pero no contaba con su permiso para hacerlo. Eso cabrearía al amo y sufría un duro castigo por tomar semejante iniciativa. Mas si realmente su amo estaba en peligro o el otro mostrenco lo había herido, quién sino él iba a asistir y ayudar a su señor. No sería la primera vez que salvaba su vida o evitaba que lo dañasen de gravedad. Y ahora corría el riesgo de osar meterle la polla en la boca al capitán y que este se la tronzase de una dentellada. Eso le costaría la vida al otro, tras sufrir horribles tormentos, pero su amo se quedaría sin verga y una desgracia como esa no sólo sería lo peor que le pudiese ocurrir al conde, sino que también supondría un espantoso castigo y suplicio para él y el resto de los esclavos de su señor. Y conocía a Nuño lo suficiente como para temer que haría algo así y sin tomar las oportunas medidas para evitar la tragedia.

Pero en eso se equivocaba el mancebo, porque Nuño había previsto tal eventualidad y tenía preparado un freno de castigo para enseñar al caballo a no morder y andar al paso que su jinete le ordene jalando las riendas ligeramente. O de lo contrario, las enormes cambas y el bocado tableado, yendo hacia delante con asientos inclinados y un candado en forma de lanza para herir el paladar del animal, sacrificarían indudablemente al arisco bruto si no obedece y mantiene la boca abierta. Y ese artilugio se lo colocó el conde a Lotario dentro de la boca al reanudar la sesión de rotura de virgo y desfloración de virilidad.

Y le dijo: “Espero que hayas recapacitado y te muestres más dócil y receptivo a mis efusivas atenciones hacia ti... Antes de reventar un culo, me gusta que el puto cabrón al que le hago el favor me lo agradezca con una mamada previa. Que además sirve para lubricarme mejor el cipote. Pero como todavía no eres una bestia de la que me pueda fiar y siguiendo el consejo de uno de mis esclavos, voy a tomar ciertas precauciones por si, de tanto que te llegue a gustar mi polla, te entren ganas de comérmela a mordiscos... Y con este freno evitaré malas intenciones por tu parte. Te meteré el carajo en la boca y yo mismo lo moveré para sentir el gusto de follártela. Tú sólo tienes que mantenerla bien abierta y dejar que este cacho de carne caliente haga el resto. Y verás como te gusta mi leche cuando te la suelte dentro. Sé que aunque finjas lo estás deseando y no voy a hacerte padecer por más tiempo para saborearla y ver como la paladeas antes de tragarla... Eso es... La boquita bien abierta o tiraré de las bridas y te rajaré las comisuras de los labios, destrozándote también el paladar y la lengua. Aún sabe a baba de caballo, pero con la que vas a soltar tú en cuanto te meta el rabo, ya no no notarás la diferencia entre una y otra... Ufffff. Me estás poniendo tan cachondo que no sé si podré aguantar mucho más sin darte por culo. Pero antes quiero darte un poco de alimento porque llevas sin comer desde que te traje a este palacio.
No fue por infringirte más penalidades, sino para que tus tripas estén vacías y no manches la verga que te va a dar tanto placer por el culo... Toma polla y mama si puedes, ya que así te gustará más... Así... Así... Trágala, puto mamón!”.

A Lotario le daban arcadas al notar el sabor salado del glande de Nuño casi en las amígdalas y le caían lágrimas sin parar, al igual que se bababa como un mastín encharcando el suelo. Si algo hubiera deseado en esos momentos era trincarle la verga al puto cabrón que lo vejaba de ese modo, pero ni podía hacerlo por culpa del freno de hierro que le había puesto, ni era oportuno arriesgarse a que de un tirón le abriese la boca por los lados y le partiese el paladar. Estaba jodido y no sólo físicamente sino moralmente y eso era lo peor y lo más doloroso para él. Y todavía faltaba tomar por el culo hasta que al hijo de la gran puta que lo tenía en su poder le saliese de los cojones hacerlo.

Por un lado deseaba que todo acabase cuanto antes y por otro cada vez le daba más pánico lo que pudiese suceder. Pero lo que sí tenía claro es que no había escapatoria factible y su culo estaba sentenciado a ser follado por las buenas o violado a la fuerza. Sólo era cuestión de tiempo y de que al mal nacido conde se le pusiese en la punta de la polla entrarle por el ano hasta clavársela en lo más profundo de sus entrañas.
Y el dolor sería lo de menos, ya que cuanto más agudo fuese, menos le agradaría la experiencia. Lo malo es que le gustase y se viese pillado para siempre en un vicio nefando que había detestado desde que tenía uso de razón.