Autor: Maestro Andreas

Autor: Maestro Andreas
Autor Maestro Andreas

lunes, 21 de noviembre de 2011

Capítulo LII

El conde y Froilán iban charlando de camino a la casa de Don Pietro de como abordarían los temas a tratar y fundamentalmente el rescate del hijo para no dejarlo en manos de la iglesia. Pero a Nuño también le preocupaba la estrechez en que se habían visto esa noche al aumentar tanto el número de chavales en el palacio de la familia Cremano. Giorgio iba detrás de ellos, riéndose con Jacomo posiblemente a costa de la orgía pasada, y guardándoles la espalda iban dos africanos dispuestos a cortar por lo sano la más mínima provocación.

Nuño le decía a su amigo que ya era tiempo de dejar Nápoles e ir a Pisa para concretar más los acuerdos con los poderosos pisanos que enviaran la embajada al rey Don Alfonso. Además era imprescindible acercarse a Florencia cuanto antes, pues no tardaría en llegar a oídos de la curia romana su presencia en la península. Lo que tenían que decidir era si harían el viaje por mar, desembarcando en algún pequeño puerto de pescadores de la costa y próximo a Pisa, o si era más conveniente desplazarse por tierra con carros y caballo, aún a riesgo de pasar por territorios de los estados pontificios. Froilán recomendó la segunda opción, ya que ahora eran muchos más y necesitaban caballos, por lo que no era posible llevar tanto animal a bordo. El noble consideró más lógico regresar a Cataluña desde Génova, bordeando la costa hasta Toulon y Marsella. Y de ahí dar el salto al señorío de Montpellier, ya entierras del reino de Aragón otra vez. “Y estaremos cerca del condado de Cerdaña, cuyo señor es el conde de Barcelona y rey de la corona de Aragón, mi Señor Don Jaime. Es decir que ya estaremos entre amigos y en casa al fin y al cabo”, concluyó Froilán.

El conde no vio descabellado ese trayecto y convinieron en preparar la salida en un par de días. Además el barco catalán en el que habían venido aprovecharía la vuelta a Barcelona transportando mercaderías, fletado por Don Pietro. Y esa sería otra golosina más para el rico y avaricioso mercader a cambio de darles la custodia y cuidado del hijo. Y lo que debían encontrar era una solución para pasar al menos dos noches más en Nápoles con un mínimo de confortabilidad para todos los muchachos y que no tuviesen que dormir a la puerta de un aposento y en el suelo como perros apaleados. Realmente a Nuño le preocupaba Fulvio y que no se alimentasen sus celos hacia Curcio, al que se le había habilitado un cuartucho para él solo, aunque no tuviese lecho.

Giorgio y Jacomo debían de rememorar algún polvo, porque se partían de risa y se daban codazos exclamando procacidades. Seguramente, Luiggi, Leonardo, Bruno y Casio, andaban con el culo como si tuviesen almorranas. Pero contentos sí que estaban esa mañana cuando los vio el conde. Y entre unas cosas y otras, ya estaban ante la casa del acaudalado señor de Cossio y unos criados daban aviso a su amo anunciándole la visita de los nobles señores extranjeros.

Pero en la casa de Don Piero también ocurrían cosas. Y era Guzmán el causante de una conversación con Fulvio, que no tenía desperdicio para lo que sucedería esa tarde. El mancebo cogió por banda al otro chico y lo llevó donde pudiesen hablar tranquilamente sin ser molestados. Para ello, le dijo a Iñigo que llevase a Curcio al jardín y entretuviese al crío y a los otros jugando a lo que le diese la gana, porque él tenía que cumplir órdenes del amo y poner a punto a Fulvio para ser usado. No era un chaval fácil de tratar, pero Guzmán no solía arredrarse por nada ni nadie. Se sentó a su lado y afrontó el asunto sin tapujos: “Fulvio, me gustaría ser tu amigo. Pero antes tengo que conocerte y tú no dejas que nadie entre en tu intimidad. Eres retraído y te agarrotas cuando no encuentras escapatoria a un situación que te incomoda, aunque pueda que precisamente estés deseando lo que aparentemente rechazas... Por qué no me dices que te pasa y que es lo que buscas y deseas?”.

Fulvio ni le miró a la cara, pero no rehusó la compañía del mancebo. Lo cual ya era un primer logro. Y respondió: “No quiero ser tratado como una bestia, ni menos una puta para que me den por el culo sin pensar en lo que pueda sentir. Tu amo me usó como a un remedio para el aburrimiento, sin pasión y sólo con brutalidad. Y eso es peor a que te follen cuando se le antoje a otro macho como si fueras una ramera. Deseo volver a ser libre y no sentirme una mierda como ahora”. “Como ahora o como siempre?”, insinuó Guzmán. El chico se volvió hacia él y fijó sus ojos como dos castañas oscuras, diciendo: “Nunca fui una mierda porque era libre y podía ir donde me salía de las pelotas. Ahora sólo me falta un dogal para ser como un perro pero sin el cariño del amo y no lo resisto. Y menos que me toquen y me metan mano delante de otros para demostrar que no soy más que un objeto”. “Sólo es porque haya otros o por el hecho de sobarte sin saber que el amo le gusta el tacto de tu piel?”, preguntó sonriendo el mancebo. “A ti te gusta que te palpen el culo a la vista de todos como a un juguete?”, exclamó Fulvio. “Me da igual si es mi amo quien lo hace. O Iñigo. El también me toca y me besa y nos chupamos la polla uno al otro. Pero nadie es un mero juguete de otro. Y menos para el amo”, alegó Guzmán. “Os deja?”, dijo Fulvio extrañado. Y el mancebo contestó: “Sí.... Y a ti también te dejará que lo hagas... No encuentras muy guapo a Iñigo?...Crees que no es agradable rozar su piel y apretar sus carnes o besar esos labios siempre húmedos y sonrientes?. No diré nada de lo que digas, pero dime la verdad sin complejos”.

El chaval miró su propio paquete y observó como crecía bajo la túnica. Y también se dio cuenta de eso Guzmán. Y entonces el chico dijo: “Cuando lo trajeron al castillo me pareció altivo y muy valiente al negarse a obedecer a aquellos cabrones. Les escupió y dio patadas a cuantos pudo alcanzar y le mordió la boca al puto alcaide. Se portó como un hombre y quise poder ser tan macho como él, porque yo estaba cagado de miedo y haría lo que me mandasen sin abrir la boca... Y cómo iba a imaginar que su culo ya estaba harto de que lo follaran y realmente era una hembra en la cama de su amo!...No defendía su virilidad sino serle fiel a su dueño!”. Guzmán no se rió y dijo: “Y no te has equivocado porque es un hombre muy valiente y muy macho. Es de sangre noble y será caballero. Pero servirle de hembra a su amo no le resta virilidad sino al contrario. Es mucho más hombre desde que le sirve y pone el culo para que lo folle. Igual que yo. Pero responde a lo que te he preguntado”. Fulvio se tocó la entrepierna y respondió: “Es muy guapo y debe ser agradable estar con él. Siempre huele a naturaleza, lo mismo que tú, que desprendes un aroma que gusta olerlo. Y al oler vuestro sexo es más agradable estar a vuestro lado. Los dos sois muy hermosos y si yo pudiese amaros como hace vuestro amo, no sabría con cual de los dos quedarme”. Fulvio, mientras hablaba iba arrastrando una mano hacia el muslo de Guzmán y antes de pronunciar la última palabra ya lo rozaba con la punta de los dedos. Y añadió: “Me prometes que no contarás nada de esto?”. “Sí. A nadie que no le interese”, afirmó el mancebo. Y agregó: “Te gusto como para desear acariciarme?”. Fulvio no dudó en responder: “Sí.....Me encantaría besaros a los dos y saber que os agrado y deseáis mi cuerpo también. Nunca besé a nadie ni jamás hice algo con otro. A no ser cuando me violó tu amo. Que lo hizo él todo y contra mi voluntad. No me deseaba, sino que me la clavó sin mirarme a los ojos siquiera. Fue para matar el tiempo y ni hizo un gesto de afecto”. “Quizás no quiso hacerlo así o no le diste otra opción tiempo. Ni le sobraba el tiempo. Pero yo no soy quien para censurar o juzgar los actos de mi señor... Lo que sí te aseguro es que te volverá a follar sin forzarte. Cuando vuelva a estar contigo será porque te desea y quiere que goces con él”, dijo Guzmán. “Me va a dar por el culo otra vez. Pero me dijo que no me haría daño. A ti no te lastima, verdad?”, preguntó resignado el chico. “No me importa que me duela si él desea hacerlo con fuerza. Pero si te dijo que no te dolería, puedes creerle. Nunca miente”, contestó el mancebo. “Cuándo”, inquirió Fulvio. “Cuantas veces le apetezca. Y esta tarde, seguramente, te hará sentir de otro modo”. “Podría escapar, pero no sé a donde y estoy cansado de recibir palos.... Si me llama no debo negarme, verdad?”, preguntó el chaval. “No”, aseveró el otro. Y Fulvio objetó: “Y no prefiere follar con vosotros?”. “Nos montará a los tres juntos”, añadió Guzmán. “Y eso por qué?”, quiso saber Fulvio. “Porque se lo supliqué yo. Y así será menos duro para ti hasta que te acostumbres a tener dentro su verga”, dijo el mancebo.

Fulvio se quedó con la mirada fija en la nada y dijo: ”Es un hombre muy fuerte y tiene un cuerpo muy bien hecho. Y su rostro también es bello como el vuestro.... Podremos besarnos los tres y acariciarnos mientras él nos penetra?”. Guzmán posó la mano sobre la del chico y se la llevó sobre el muslo que él pretendía alcanzar y dijo: “Sí. Y nos dirá que nos chupemos la polla y hasta permitirá que nos traguemos la leche que eyaculemos al terminar él en nuestras tripas. Esta tarde formarás parte de sus esclavos favoritos y puedo asegurarte que no sabes bien la suerte que has tenido al admitirte a su servicio. La libertad es relativa siempre, pero a su lado es más verdad que recorriendo montes y valles. Te rescató de una vida horrible y te dará lo que jamás has soñado. Sólo debes amarlo y obedecerlo como tu amo y señor. No hay honor ni riqueza más grande que ser esclavo de mi amo. Y quiero que sepas que tú eres muy atractivo y al amo le gustas mucho”. El otro muchacho se sonrojó y sin más dijo: “Quiero besarte en la boca como preludio a los mil besos que nos daremos desde ahora”. Se besaron y ambas pollas estaban tiesas.