Autor: Maestro Andreas

Autor: Maestro Andreas
Autor Maestro Andreas

viernes, 6 de enero de 2012

Capítulo LXVI

Guzmán y los otros esclavos del conde soportaron solos el resto de esa noche, sabiendo que su amo estaba en otro aposento con Carolo. No sabían que podía estar pasando y aunque no les debiera importar al ser putos esclavos, sus mentes no paraban de imaginar mil cosas. Y, entre ellas, el culo de ese joven ensartado por la verga del conde. Sin embargo, no era así. Nuño le habló al chico con mesura e hizo que le abriese su corazón y dejase salir del pecho todas las penas y miedos que lo atormentaban. Era muy joven aún para enfrentarse solo al mundo y en cuanto vio a su lado a Nuño, que intentaba comprenderlo, se derrumbó y lloró como un niño con la frente apoyada contra el pecho de aquel hombre fuerte que le mostraba una entereza de carácter encomiable.

El conde acarició los cabellos del crío como si fuese su padre y le prometió que no estaría solo ni se vería abocado a una vida de desamparo y pobreza. Carolo hipaba como un pobre cordero y toda su chulería viril, de apenas unas horas antes, se había esfumado. Le faltaba poco para cumplir diecisiete años y aunque pareciese todo un macho ya completamente desarrollado, eso sólo era en lo físico y no en cuanto a la mentalidad. Su cabeza era todavía la de un adolescente sin madurar del todo y al verse ante un grave problema, el primer contratiempo de su vida, su valor y energía de gallito se vino abajo sin paliativos.

Terminó confesándole al conde todo lo que pensaba y quería. Y en su inocencia admitió que le gustaban los chicos rubios con ojos claros, parecidos a la puta que tenía su tío. Y también afirmó, asegurando que eso era cierto, que esa mujer y su amante, el capitán, lo odiaban y no le extrañaría que también corriese la misma suerte que el obispo si se interponía en su camino y obstaculizaba sus ambiciones. Nuño no comprendía el motivo de esa sospecha, como tampoco que esa pareja fuesen los asesinos del prelado. Pero Carolo daba por hecho que eran ellos y seguramente, si eran descubiertos, intentarían huir con todo lo que pudiesen pillar de cierto valor.

El chico dijo también que creía que su tío tenía un cofre en donde guardaba algo importante. Pero no sabía en que lugar lo tenía oculto, ni si Isaura conocía su existencia. Pudiera ser un testamento o documentos valiosos en relación con algo, pero Carolo sólo tenía ligeras referencias y el obispo nunca le reveló el contenido ni la importancia exacta de lo que guardaba ese estuche. Nuño le preguntó al chaval si el obispo tenía joyas o monedas atesoradas en alguna parte, ya que todo el mundo lo tenía por un hombre rico, y, de ser así, el chico sería su legitimo heredero. Mas Carolo no sabía tampoco si había un tesoro en el palacio ni en que lugar podía estar oculto. Puestas las cosas de esa guisa, iba a ser complicado arreglar la vida del muchacho.

Por el momento, el conde consideró primordial no precipitarse respecto a la presunta autoría de crimen e indagar más sobre los gustos sexuales de Carolo. Aquel mocetón tenía que dar un buen juego como semental si eran ciertos los síntomas de macho que presentaba. Así que sin más le espetó: “Te gusta algún muchacho?”. El chaval dudó un instante y cuando ya iba a contestar, meditó su respuesta unos minutos y dijo: “Sí. Me gusta un chaval rubio que canta en el coro de la catedral.


Lo vi porque sobresalía entre todos los otros, tanto por su estatura y belleza como por su voz de soprano. Y quiero amarlo”. No cabía duda en cuanto a que el chico estaba acostumbrado a tener lo que deseaba y no se le pasaba por la cabeza que no fuera posible o que no pudiera alcanzarlo. Pero Nuño estaba dispuesto a concederle algo que animase al chaval y le dijo: “Será tuyo si lo deseas... Mañana a primera hora iremos a buscarlo a la catedral y luego nos marcharemos de Viterbo...Y los dos vendréis con nosotros a Perugia”, “Gracias, señor”, contestó Carolo, añadiendo: “Y luego?...Dónde iremos ese muchacho y yo sin nada para cobijarnos, ni alimentarnos, ni vestirnos... La mayor parte del día podemos estar desnudos follando, pero necesitamos ropa y algo de abrigo para salir a la calle y dormir sin tiritar de frío... El sólo debe saber cantar y yo manejo bien las armas, pero siempre consideran que soy demasiado joven para mandar soldados... Si mi tío no me dejó nada, estamos perdidos”.

Nuño no pudo evitar reírse y le dijo: “Vamos... Era una forma de hablar... Quien dice a Perugia, dice hasta otro lugar donde encuentres acomodo para quedarte con tu chico”. “Gracias, señor... Pero él no es del todo hombre... Todos los del coro están capados para conservar esas voces tan femeninas”. Nuño le dio una palmada en la espalda y contestó: “Ya lo sé... Pero aún así es hombre. No tener pelotas sólo le priva de poder reproducirse... Y tú no lo quieres para tener descendencia con él, sino para darle por el culo...Y debe tener unas buenas nalgas para apretar bien los muslos contra ellas... Creo que lo vas a pasar muy bien con su cuerpo y su amor... Porque, él te amará, supongo!”. Carolo torció la cabeza hacia un lado y dijo: “Aún no se lo he preguntado. Pero ya me querrá con el tiempo. Voy a ser bueno con él y no le pegaré, a no ser que no me obedezca y tenga que castigarlo... No es así, señor?”. “Así es”, acató el conde.

Vaya!. Este machito apuntaba maneras!. Tendrían que secuestrar al hermoso cantor, pero merecería la pena contar con Carolo en su pequeña tropa. El conde vigilaría su instrucción y lo convertiría en un guerrero de primera clase. Lástima que no quisiese también hacer del chico un tragón de pollas, porque con ese culo y esos morros carnosos, sería un mamón lujurioso. Mas, por el momento no estaba en los planes del conde someter a su antojo y capricho al mozalbete. Le daría un tiempo para acostumbrarse a estar y convivir con los otros esclavos y ya vería el uso a que lo destinaría más adelante. Ahora sólo iba a aparearlo con un precioso eunuco que trinaba como un ruiseñor. Aunque sabía que nunca le darían ni siquiera jilgueros.

Pero el conde se olvidaba de un detalle. Y tuvo que preguntarle al chaval si ya había tenido experiencias sexuales. Y cual sería su asombro al oír que no. Carolo nunca había estado con nadie ni había tocado otro cuerpo que no fuese el suyo. Hasta el momento solamente se había cascado pajas pensando en el culo de chicos jóvenes y rubios, muy parecidos a Isaura. Y por qué esa fijación con un físico que recordaba al de la amante del tío?. No sería que le gustaba esa mujer?. O sólo le tiraba el morboso pensamiento de vengarse por algo del obispo, imaginando que jodía a su puta transformada en hombre para darle por el culo a los dos?. Eso ya le empezaba a chocar al conde y se propuso investigar en el pasado del muchacho. Pero dónde preguntar o cómo averiguar algo que iluminase y explicase esa manía del chico por el pelo rubio y los ojos claros, en rostros angelicales como el de Isaura?.

Nuño iba a averiguarlo y habló de ello con Froilán a la mañana siguiente. El noble aragonés quiso saber como había pasado la noche. Y el conde atajó sus pesquisas diciéndole que no se lo había follado. Ni siquiera durmieron juntos en el mismo lecho. El chico se acomodó en el suelo y le dejó toda la cama para Nuño. Froilán no daba crédito a lo que oía. Pasar la noche en el mismo cuarto que ese crío y no sobarle el culo!. Nuño tenía que estar enfermo. “Y ni se te ocurrió desnudarlo?”, le preguntó sin salir del pasmo que tenía al escuchar que Carolo saliera virgen de la habitación estando a solas con su amigo el conde toda una noche. “No lo desnudé yo. Pero si lo vi en pelotas... No te voy a contar, porque te desmayarías... Pocos culos habrás visto como el de esta criatura!”, dijo el conde. “No hace falta quitarle la ropa para llegar a esa conclusión!. Es como el jamón de un marrano criado con bellotas!”, exclamó Froilán relamiéndose de gusto.

Y el amigo de Nuño se fue a buscar a sus esclavos. Seguramente los dos culos de los zagales de Froilán bajarían el calentón del amo, abriéndose de patas para que entrase a saco en ellos. Pero no sólo el aragonés andaba salido. El conde también fue a sus aposentos y se despachó a gusto con sus cuatro muchachos. Y no sólo se la metió a todos, sino que les obligó a comerse la polla y el culo unos a otros por parejas e intercambiándose entre si para fomentar la alternancia y que no se acostumbrasen a retozar con el mismo chaval cada vez que les dejaba gozarse entre ellos. Y antes de correrse, el amo los ordeñó y recogió el semen de los chicos en un recipiente para que lo bebiesen mezclado con el suyo. Después, Nuño le contó al mancebo y a Iñigo la conversación con Carolo y cuales eran los proyectos inmediatos. Incluyendo saber que coño le pasara al chaval con su tío para estar obsesionado con Isauras sin tetas y con pito. Era algo curioso y debía encerrar la clave de la personalidad y las ensoñaciones sexuales de Carolo.

Y al mancebo se le ocurrió pensar que, posiblemente siendo aún pequeño, viese algo que le impactó o que sufriese un grave ataque a su inocencia todavía infantil, traumatizándolo desde entonces, pero que su subconsciente guardaba celosamente sin dejar emerger a la superficie ese recuerdo de resultado fatalmente castrador para el chico. Sólo era cuestión de indagar en su mente y sus recuerdos y algún día soltaría lo que llevaba oculto en su cabeza desde hacía tiempo.