Autor: Maestro Andreas

Autor: Maestro Andreas
Autor Maestro Andreas

domingo, 27 de noviembre de 2011

Capítulo LIV


Y los tres chicos ahora si pensaron que Curcio se la había ganado gorda. Y sí le esperaba algo grueso, pero no una azotaina, ni con mano, ni cinto, sino algo más contundente y rotundo. Al chico le iban a dar por el culo por primera vez. Y no sería el conde sino Fulvio. Los muchachos no se esperaban tal cosa, pero Nuño le ordenó a Curcio que se arrodillase y le mostró las pollas de los otros chavales, flácidas del susto y temerosas de lo que le pasase al crío. Y el conde le preguntó: “Cuál es la que más te gusta?”. El chaval miró las tres e instintivamente se volvió buscando la del conde, pero tampoco estaba empalmada. Y de todos modos se quedó mirando el tronco de carne de Nuño, que le colgaba delante de un par de cojones gordos como bollos, y el amo le dijo al ver los ojos del crío fijos en su verga: “Esta todavía no te la has ganado. Confórmate con cualquiera de las otras tres y métela en la boca. Y hazlo ya, sin pensarlo más”. Eso fue como un golpetazo en la mente del chico y se lanzó por la primera que encontró al volver la cabeza hacia los otros muchachos. Se la tragó casi entera y al levantar los ojos vio que era la de Fulvio. Nunca sabrían si lo hizo a propósito o si le cuadró delante de la boca y se la comió sin más. Pero le hizo una mamada al otro chaval que se le pusieron los ojos en blanco a los dos. Fulvio casi no pudo sujetar la leche en los huevos, sino llega a decirle el amo al más joven que soltase la teta que no era hora de merendar.

Y entonces le dijo a Curcio que se la chupase a Iñigo también y después al mancebo. El chico obedeció sin perder tiempo de meterse en la boca una polla tras otra y con el sabor de los penes y un regusto salado en la lengua, el amo lo agarró y lo tumbó sobre sus rodillas, ofreciendo el culo para ser admirado por los tres esclavos que le miraban el agujero tan pequeño y rosado que daban ganas de comérselo. Y los tres se lo lamieron y introdujeron la lengua dentro para lubricarlo mejor. Y cuando ya se retiraban para dejar al amo penetrar al crío, éste le dijo a Fulvio: “Eligió tu polla y esa será la que lo desvirgue... Métesela despacio. Piensa en lo que te dolió a ti y no quieras que él lo pase tan mal. Fóllalo, pero no lo violes, porque eso es privilegio de un amo y tú no eres más que mi esclavo. Acerca el capullo al ojete y presiona firme pero sin calcar demasiado... Así.... Deja que entre y se deslice sola, que ya verás como pegas los huevos en ese ano que seguramente te estaba esperando para hacerlo vibrar de gusto... Además, no me digas que no querías verlo humillado y poniendo el culo como una perra... Pues ya ves. Eres tú precisamente el que se lo beneficia primero.... Venga...Ahora aprieta más... No pares...Clávasela del todo y sácala casi todo, para meterla de golpe... Eso es... Mirar como gime el muy puto y como tiembla al notar el capullo rozándole las tripas... Mucho orgullo y estupidez y sólo era una zorra deseando ser cubierta por un machito... Y la verdad es que no lo estás haciendo nada mal, chaval!... Le estás dando una buena ración de verga...No te parece, Guzmán?”. “Sí, amo... Me está poniendo muy cachondo verlo”, contestó el mancebo. “Y tú que dices, Iñigo?”. “Que Fulvio tiene buena polla, amo....Y parece que no es la primera vez que se folla a otro. Lo hace muy bien”, respondió Iñigo. “Ya habías follado un culo?”, le preguntó Nuño a Fulvio, que ya no podía hablar con los jadeos que daba y el gustazo que sentía al darle por el culo al niño rico y vanidoso. Pero respondió: “No... amo... Es ...la ...primera....vez.... y me gusta... amo”. “Ya lo veo!”, exclamó Nuño. “Le estás partiendo bien el culo a este puto crío... Pero le vendrá muy bien para su educación... El próximo polvo le gustará más todavía. Y a ti también”.

Fulvio preñó a Curcio con tanta abundancia de leche que al chico le entraron retortijones de barriga y tuvo que evacuar lo que tenía dentro del vientre. Pero el muy cabrón del chaval disfrutó como nunca al sentir el semen caliente golpeándole las tripas. Y él también echó esperma en cantidad, dejando las piernas del conde pegajosas. Y no tuvo que decirle nadie que se las limpiase, porque el crío se arrodilló y le pasó la lengua hasta recoger la última gota pegada a los pelos. Fulvio se tumbó sobre la cama e Iñigo se acostó a su lado felicitándole por la demostración tan viril que había hecho. “Eres un semental!”, le dijo, jugando con el prepucio del muchacho. Y el conde le dijo: “Iñigo, límpiale la polla a Fulvio... Y que no queden restos de semen en ella”. Olía al culo de Curcio, pero Iñigo se la metió entera en la boca y la chupó como si se tratase de la tranca del amo. La presionaba con los labios y con los dedos le acariciaba los testículos, pero a Fulvio no le quedaban reservas para dárselas a Iñigo, que estaba salido como un burro. Y tuvo que ser Guzmán quien le enfriase la calentura mamándosela a él. Y el amo premió al mancebo con un polvo extra, dejando que se corriese al preñarlo.

Esa noche fueron a cenar a la casa de Don Piero los nobles señores de Nápoles, presididos por Don Asdrubale, y trataron de los postreros detalles antes de la partida del conde y Froilán. Y había algo todavía pendiente por resolver en Sicilia, pero de eso se encargarían esos señores, puesto que algunos de los apresados en el castel dell'Ovo, tenían suficiente información para descubrir quien aportaba carne para el comercio de esclavos. Y curiosamente era otro hombre de confianza del regente. Y Asdrubale urdió la forma de atraparlo sin que Manfredo pudiese intervenir y salvar a ese gusano. Y si el regente estaba implicado, por su propio interés se abstendría de hacer algo y descubrirse. Todo parecía ya en su sitio y el anfitrión de la casa fue el primero en estar de acuerdo que tales prácticas comerciales no debían ser consentidas en el reino.

A esa cena sólo asistieron los señores y ningún muchacho les entretuvo ni distrajo de los asuntos que les ocupaban las mentes. El único que vieron al irse fue a Giorgio, que también los recibiera al llegar. Y en cuanto salieron por la puerta del palacio, Froilán hizo mutis porque estaba deseando volver con sus chicos y sobre todo hacerle menos dura la despedida a Aldo. El chaval se había colgado del noble y también a él le costaba dejarlo para que volviese a Sicilia. Pero era hijo de un noble señor y no podía irse tras una verga por mucho gusto que le diese en el culo. El caso de Fredo era diferente, puesto que él era un segundón y yendo con el conde podía hacer más fortuna que permaneciendo en su casa. Además se llevaba con él a Piedricco y esa relación no sería posible si se quedaban en ese reino. Ruper y Marco ya estaban desnudos aguardando a su señor y en medio de ellos, como otro postre más de la cena, esperaba Aldo a cuatro patas para que lo ensartase Froilán sin previa dilatación. Los otros dos chicos ya le habían abierto el culo con los dedos y le pringaran el ano de aceite. Sólo era cuestión de llegar y meter. Y sobre todo joderle el culo a ese chaval como el mejor regalo que pudiera hacerle el noble extranjero.

Quizás porque algunos iban a cambiar de aires, esa noche jodió todo el mundo. Fredo no se desenchufó en toda la noche del culo de Piedricco. Giorgio se llevó a la cama a Leonardo para desatascarle los bajos. Jacomo se lo hizo con Luiggi al menos tres veces, a tenor de los gemidos de éste último cada vez que se la metía el otro. Los dos eunucos estaban encamados con sus guerreros africanos encastrados en el trasero. Y a Denis y Mario no les hacía falta nadie más para joderse solos. Y hasta Bruno y Casio arreglaron por su cuenta, pues estaban los dos en un corredor y los encontraron dos de los imesebelen, que no les tocaba turno de vigilancia, y se los llevaron a sus catres clavados por el culo en sus pollas grandes y negras.

Y a Nuño también lo aguardaban sus esclavos y todos relucientes y aseados como corresponde a las favoritas de un sultán. Cuál de ellos elegiría primero esa noche?. Todos esperaban su decisión mientras lo desnudaban y le daban masajes para relajarle la tensión muscular y hacerle olvidar por unas horas las preocupaciones que los posibles acontecimientos venideros le causaban. Aunque hubiese querido dormirse, nadie con tal elenco de bellezas a su alrededor podría lograrlo sin degustarlas antes hasta embotar los sentidos.

Pero si miraba a Curcio, se le iban los ojos al culo. Si era Fulvio el que llamaba su atención, el aire patricio del chico le atraía como la miel atrae a las moscas. Pero si Iñigo quedaba plasmado en su retina, era el mismo cielo quien le llamaba a entrar en el paraíso. Y que no nublase a los otros el más atrayente, porque sus besos y sus manos irían hacia él. Serían para su mancebo. Para su propio corazón y su amor, ya que por muy guapos que fuesen los otros, éste siempre sería su predilecto.